Ruinas de Cartago |
«Se aflojan de pronto de frío las fuerzas de Eneas,
gime y lanzando hacia el cielo ambas palmas
dice: "Tres veces y cuatro veces, ay, bienaventurados
cuantos hallaron la muerte bajo las altas murallas de Troya,
a la vista de sus padres. ¡Oh el más valiente de los dánaos,
Tidida! ¡Y no haber podido yo caer de Ilión en los campos
a tus manos y que hubieras librado con tu diestra esta alma mía
donde fue abatido el fiero Héctor por la lanza del Eácida,
donde el gran Sarpedón, donde el Simunte arrastra
en sus aguas tanto yelmo y escudo y tantos cuerpos esforzados!"
Cuando así se quejaba un estridente golpe del Aquilón
sacude de frente la vela y lanza las olas a las estrellas
Se quiebran los remos, se vuelve la proa y ofrece
el costado a las olas, viene después enorme un monte de agua;
otros quedan suspendidos en lo alto de la ola; a estos otros se les abre el mar
y les deja ver la tierra entre las olas en agitado remolino de arena.»
(Verg.Aen.1.92-107, Trad. R. Fontán)